Claves para no terminar esclavizado por un mundo digital que lo devora todo.
Como es natural y como habréis podido imaginar me dedico laboralmente al mundo digital. Gestiono los perfiles de redes sociales como Facebook, Instagram o Google my Business (aunque este último está a punto de desaparecer en beneficio de Google Maps), diseño logotipos, carteles, flyers y prácticamente todo lo que me pidan con un ordenador, y además desarrollo páginas web y tiendas online –ecommerce-. Por ello quizá os resulte un poco extraño que venga a hablar un poco mal o desde un punto de vista negativo sobre el uso de las redes sociales, internet y el mundo digital. Pero… ¿qué sería de la creatividad sin sustentarse en el pensamiento crítico?
El mundo ha cambiado, la cuestión es ¿cómo afrontamos ese cambio?
El mundo ha cambiado. De hecho viene cambiando desde que es mundo. Pero la llamada era digital está llevándonos al límite, en mi opinión, de lo que es razonablemente sano para nuestro ser. Hasta los más reacios han terminado sucumbiendo al poder hipnótico del smartphone. Pequeños, adultos y abueletes no saben lo que es salir a la calle sin su teléfono. Hay algo en ese aparato que te arrastra a consultarlo periódicamente, aunque sabemos que no lo necesitamos, aunque sabemos que la mayoría de la información que consultamos no nos interesa ni es importante para nuestra vida; nos plegamos anta esa evasión facilona que tiene a nuestro cerebro entretenido.
Las herramientas digitales son solo eso, herramientas…
Como ya os decía me dedico laboralmente de una u otra forma al mundo digital. Paso muchas horas delante de un ordenador y con la mirada en mi smartphone. Por ello sé en cierta medida de lo que hablo.
Las redes sociales, por ejemplo, que en un principio supusieron una verdadera revolución en la forma de relacionarnos, se han convertido en un fastidioso escaparate publicitario fuera de control. Como buena empresa que se precie (con sus fuertes pilares anclados firmemente en el sistema capitalista) prima por encima de todo la ganancia, más aún desde que comenzara a jugar en bolsa hace ya algunos años.
Google, el todopoderoso ojo que todo lo ve y todo lo sabe, es una indescriptible máquina de mover, intercambiar y vender (sí, vender) información que se ha ido diversificando en infinidad de aplicaciones cuyas ramificaciones llegan hasta límites insospechados.
El siguiente paso hacia la «digitalización total» parece que vendrá de la eliminación de las claves de usuarios tradicionales sustituyéndolas por datos biométricos de cada persona (empiezan a emerger artículos de prensa y revistas especializadas que así lo indican).
No pretendo ser agorero. El mundo digital es un hecho y, por qué no, puede ser una oportunidad y una excelente herramienta para nuestro trabajo y en nuestra vida.
La cuestión está en que el límite al extenso uso de estas herramientas no va a venir del sistema, sino que debemos ser cada uno de nosotras y nosotros los que pongamos en valor nuestra vida más allá del smartphone, la tablet o el ordenador.
Necesitamos entender que la herramienta no puede convertirse en el fin en sí mismo. Pensemos que una máquina «piensa» y actúa acorde a parámetros y referencias dónde no existen límites naturales. Pero nuestra vida sí tiene límites y es ahí donde observo un desequilibrio en la tendencia general.
En definitiva…
Las redes, las Aplicaciones, Google, son herramientas formidables. Pero nuestra vida es más valiosa y debemos hacer un gran esfuerzo por no caer esclavizados por una máquina creada para expandirse más allá de los verdaderos anhelos y las verdaderas necesidades de sus creadores: los seres humanos.
Podemos poner atención en cuánto tiempo dedicamos a cada cosa y ser escrupulosamente cuidadosos en respetar nuestra vida más allá del mundo digital, alimentándola y cuidándola. Podemos dar paseos dejando el teléfono en casa. Tomarnos, en la medida de lo posible, el din de semana «libre de pantallas». Podemos quedar más con amigas y amigos, hablar cara a cara con ellas y ellos, ver qué transmiten sus ojos, su timbre de voz, su energía, enfadarnos, reírnos e interactuar como antaño.
Es un consejo de alguien que pasa mucho tiempo delante de un ordenador y ante la pantalla de su teléfono, pero que está comenzando a desengancharse 😃 😅. Porque la vida solo se vive una vez y está ocurriendo fuera de la pantalla.
José Luis Villalonga. Diseñador freelance y desarrollador web.